domingo, 30 de marzo de 2014

El sueño de Lyov {Lyov + Zephyr]

Género: ciencia-ficción
Rating: T
Personajes: Lyov, Zephyr
Palabras: 1031


Lyov estaba ocupado con su proyecto desde hacía días. Más bien meses. Años si contamos todo el tiempo que estuvo recopilando partes defectuosas pero perfectamente funcionales. Y finalmente reunió las piezas para su robot perfecto, para su robot personal. Basándose en sus propios gustos,  eligió partes que se parecieran a lo que en su mente era el hombre perfecto. Tuvo que retocar la cabeza, modificando los ojos y haciendo su rostro menos maduro.  Después de encontrar todas las piezas para su robot perfecto, tuvo que investigar más acerca de cómo lo uniría todo. Y finalmente, se puso manos a la obra. Lyov trabajaba arreglando robots y sabía montarlos, pero nunca había creado uno desde cero.

Así que primero decidió arreglar los pequeños fallos de las partes defectuosas, que al poco volvían a estar como sacadas de la fábrica. Después se aseguró que eran todas compatibles entre sí y finalmente les quitó la capa de plástico para cubrirlas con una piel del mismo color. Con el cuerpo ya construido, tan sólo le faltaba colocar todos los cables y mecanismos que necesitaba. Y en esos momentos acababa de colocar la última pieza conectada al chip central, que todavía faltaba configurar.



Entonces, su estómago gruñó, quejándose de que llevaba más de medio día sin comer. Así que el mecánico se levantó para poner agua caliente en un bote de fideos instantáneos, cogiéndolo con cuidado y llevándolo a la mesa.

Por primera vez se fijó en su creación al completo, ahora tumbada en la mesa del taller. El robot era un chico delgado, un poco más bajito que él, con pelo azul cobalto y unos ojos que, aunque estaban cerrados, sabía que eran de un precioso color azul-violáceo. La verdad es que era su robot perfecto. Desde el punto de vista de Lyov, claro. Era el chico de sus sueños, como imaginaba tener un novio así. En realidad era sólo su apariencia: la forma de su mandíbula, la nariz chata, los ojos almendrados, las delgadas piernas y los aún más delgados brazos. El pelo que le puso era el que más le gustó de aquellos que había podido coger, y lo mismo con los ojos. El robot también tenía una piel de un plástico especial, parecido a la piel humana, pero con una textura un poco peluda para que fuera agradable al tacto. A Lyov le encantaba tocar la piel de los robots.

El chico sopló los fideos antes de ponérselos en la boca, y aún así tuvo que aspirar aire para no quemarse. La situación le hizo recordar años atrás, cuando cambió el chip de una robot que sus amigos le regalaron. Era una robot preciosa, aunque muchos se quejaban de su falta de pechos. Pero a Lyov eso le daba igual. Estúpido de él se enamoró de ella, y le cambió el chip a Adonia a uno que pudiera experimentar el romance. Pero las cosas no fueron como él esperó. Dicho chip tenía defectuosa la parte de lealtad, así que se fue con otro hombre que no era él. Pero no se atrevió a susurrarle aquella frase que reiniciaría a la robot (¿Qué ves cuando cierras los ojos?) pues para él, un ingeniero cibernético, eso equivaldría a matar a una persona.

Y desde entonces decidió que nada de mujeres en su vida. Si quería tener un robot, sería un hombre y única y exclusivamente para hacerle compañía y limpiar la casa. Que en esos momentos se encontraba hecha un desastre. El taller estaba lleno de cables, herramientas y partes de robots. Estaba tan obsesionado por la idea de crear un robot que había recogido todo y más del material que necesitaba. Ahora apenas podía caminar por la casa de tanta chatarra que había por el medio.

-Supongo que sí, tendré que ponerle un chip de servidumbre para que lo haga. No pienso arriesgarme con otro fracaso... -suspiró, sorbiendo el líquido de los fideos instantáneos, para luego lanzar el bote y los palillos en una papelera que ya no estaba a la vista por la cantidad de recipientes de comida que había comido mientras trabajaba en Zephyr. A Lyov siempre le había gustado la mitología, en especial la griega, con tantas historias y personajes. Y el chico se sintió como Cefiro en la historia de Apolo y Jacinto: traicionado. Así que le dio ese nombre, tatuándolo en el cuello del robot a modo de collar.

-Estoy a punto de terminar, pequeño. Sólo te falta el corazón -acarició el pelo del robot como si fuera su propio hijo, y se dirigió al cajón donde guardaba los chips.

Tenía de todos los tipos, aunque la mayoría de ellos estaban defectuosos. Pero eso le hacía tener más gracia al producto final. Tenía chips especializados en profesiones, desde cocinero a ingeniero cibernético, como él; tenía chips dedicados al romance, aunque todo el mundo sabía que esos eran para tener relaciones sexuales; y tenía los de servidumbre, que eran los que más se usaban. Cogió uno de esos últimos y lo conectó al ordenador para configurarlo.

-Nombre, Zephyr. ¿Objetivos? Servir y … acompañar -Lyov suspiró un poco, pero la verdad es que quería tener a un amigo en casa.- Nivel de sentimentalismo, cuatro. Bueno, si quiero compañía, tendré que ponerle algo más... nueve. Pero tampoco quiere enamorarme de él, así que siete -tras esa duda pasó al siguiente campo. Cuando Lyov dudaba, dejaba que la tercera opción fuera la correcta. Siempre lo había hecho así, y la mayoría de veces funcionaba. Retocó algunos parámetros más del chip y volvió a la mesa de trabajo.

Ahí acarició una vez más la piel del chico, sonriendo. Abrió con cuidado la tapa del torso, donde estaban la mayoría de dispositivos electrónicos que darían vida al robot. Se puso las gafas para soldar el dispositivo en su sitio, y atornillando la tapa bien fuerte. Ya había terminado su trabajo, ahora llegaba el momento más emocionante de todo ese proceso.

Aunque igual Zephyr se asustaría si veía que tenía que limpiar todo eso. Esperaba que no se bloqueara nada más encenderlo. Le acarició el cabello una vez más y buscó su botón de encendido tras la oreja. Tras tocarlo, el robot abrió los ojos.

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